martes, 31 de enero de 2012

La valentía del cobarde

Te empiezo a conocer, sé lo que eres y lo que me traes y por eso tiemblo. No me avergüenzo si digo que (te) tengo miedo, porque el valiente no es el que no lo tiene, sino el que aún teniendo miedo, sabiendo el final y el precio a pagar, se lanza al juego que impone este duelo.

Empujaré al mar mi barca para dejarme llevar, riesgo corro, las mareas son fuertes y las olas altas, pero qué marinero sería yo sin mi corazón lleno de espuma blanca. Remo por babor para atacar las olas, timón fijo para coger la cresta por proa, la fuerza del mar empuja y atiza, siento la sal clavarse en mi barca y como si fuesen agujas me dejan las marcas en la cara y en el alma.

Veo la playa a lo lejos, veo la meta de tanto esfuerzo y la recompensa de este miedo, pero cerca de la orilla la batalla se vuelve traicionera y las olas no atacan de frente y la marea con sus vaivenes me deja sin defensas. No hay retórica para mis remos ni fuerza en mis brazos y sin mas que un abrir y cerrar de ojos, lo mismo que duró nuestro abrazo marinero, me ganas la pelea y el duelo.

Mi barquita se convierte en mil astillas, cada una flotando en la superficie del mar, cada una recordando el esfuerzo convertido en nada y la guerra perdida a los pies de tu sonrisa.

Existen corazones de mar y corazones de piedra. El de mar es bravo y fuerte y a la vez puede ser tierno y bañarte en sal, pero no recordará ni tu viaje ni tus caricias en su espuma. Y el corazón de piedra puede ser duro y seco y a la vez darte el calor del sol en una mañana de invierno, pero cada golpe e incluso cada beso serán marcas que nada ni nadie borre de su cuerpo.

¡Quién tuviera tu bendito corazón de mar, que no conserva las estelas que dejó mi barquita en tu espuma marinera! Y sé que al final, no seré nada ni nadie, porque no hay sitio en tu orilla, por mucho que yo quiera, ni para mis caricias ni para mi pobre corazón de piedra.

viernes, 20 de enero de 2012

Callejosos

Necesito volar, hoy necesito volar, estar en cualquier parte, menos aquí.

Son mas de las once de la noche me siento atrapado y sin salida, uno de esos días en los que te sobra todo, hasta la piel. Necesito coger la guitarra, dejar que mi alma durante un rato, aunque sea a gatos, cante para desahogarse: un poco de carnaval, un poco de Fito, un poco de MClan y se me acabó el chollo… los vecinos ya se han cansado de soportar el concierto, necesitan descansar y la guitarra y un servidor ya han traspasado la hora de las brujas, son mas de las doce.

Necesito poner la mente en orden, demasiadas cosas, demasiadas ideas, demasiados quebraderos de cabeza. Como una vez me dijo un hombre sabio: “demasiadas cosas en la cabeza hace que tengas poco pelo en ella”.

”No sé como te las apañas David, siempre te metes en problemas”. Mi mente empieza a ser crítica y no tengo nada de alcohol para desinfectar su mordedura de lengua viperina.

Me quema el pecho, hacía tiempo que no me sentía así. Ese nudo, ese colapso cerebral.

Me largo de este cuarto.

Nada mas salir a la calle el frío me recibe con cariño, demasiado, como la típica novia pegajosa que no te ve en meses y se pega a la piel y no te deja ni respirar. Así que habrá que protegerse: guantes, gorra y bufanda,…”ole, ya está el tío listo”.

El camino no me lo marca esta noche mi cabeza sino que mis piernas, como si supieran algo que no conoce mi mente, son las que dirigen cada paso.

El recorrido por el río es tranquilo, no hay nadie, tan solo los taxis que llevan y traen a los borrachos de turno… un taxi lleva a todo volumen una canción de Mecano mientras los dos clientes en los asientos traseros agitan brazos y cabezas como si estuviesen poseídos por el mismísimo demonio…envidia siento por los que llevan la tajá como un piano.

Callejeando por detrás de Puerta Jerez empiezo a escuchar los ronquidos mas grandilocuentes que he escuchado jamás.

-La virgen como ronca el tío, será por la cogorza que lleva el hombre, porque por la tripa llena no será… - Comenta un vecino de la zona que lleva a su perro a dar la vuelta nocturna de turno.

Durante un rato charlo con el “hombre que paseaba a los perros” un tipo simpático y de clase pudiente, se le veía, sobre todo cuando empezó a hablar de política, homosexuales, familia de toda la vida y Rajoy presidente… Fue demasiado llegar hasta ahí, así que mi mente desconectó y expuso la excusa que primero halló.

-Disculpe, es que voy a una fiesta y al que llega tarde siempre le toca el vagón de la locomotora… - El hombre me miró con cara de no comprender el chiste, será porque nunca ha estado en una orgía gayer, pensé.

Seguí callejeando por el centro y terminé bordeando algunas calles del barrio de Santa Cruz para volver a salir hacia el Sur por Avenida del Cid, pero antes vuelvo por calle San Fernando y llego de nuevo hasta Puerta Jerez, me detengo un momento en el monumento a los poetas del 27… “vaya fuente sosa” pienso. “Pero aún así le echaré algunas fotos”. Al cabo de unos minutos y cuando empezaba a sentirme el fotógrafo de la reviste interviú aparecen dos policías nacionales dándome las buenas noches.

-Buenas noches caballero. –Inicia el policía mas mayor, de unos cuarenta y tantos largos, con braga al cuello y bigote cano. -Está usted haciendo fotos? –Preguntó dejando entrever la necesidad de mejorar las oposiciones para policía nacional en este país y elevar al menos el cociente intelectual a lo que viene siendo un par de puntos por encima del coeficiente intelectual del chimpancé común, sin querer exigir yo mucho tampoco…

-Así es. –Respondí con una mueca de sonrisa y con el mismo tono con el que respondería a mi sobrino de 2 años, si tuviera.

-¿Y se puede saber para qué?

-¿Cómo que para qué? –Respondí a su pregunta con otra pregunta, por aquello de ver quién era más tonto de los 3.

-Caballero ¿para qué está usted fotografiando el monumento?

No me creía lo que me estaban preguntando, ¿acaso se lo preguntaban a los 424 mil guiris que se pasean por las calles de Sevilla? En estos casos siempre echo mano a los recursos de retórica arquitecturil para salir del paso.

-Verá, soy estudiante de arquitectura y estaba haciendo un pequeño reportaje fotográfico sobre la pieza monumento. Debido a su forma y diseño, es de unas características exclusivas que, como podrá apreciar, marcan de forma clara unas líneas desde diferentes puntos de vista que hacen que la fuente presente un estado continuo de imagen cónica en dos puntos de fuga.

Los dos policías se miraron como intentando descifrar la cuadratura del círculo y me pidieron acreditación de que era estudiante de arquitectura, les enseñé mi carnet de la US y me dejaron en paz.

Camino de vuelta, ya en la Avenida la Palmera, se detuvo una furgoneta blanca de dimensiones considerables al lado de mí, aprovechando que estaba colocándome la bufanda en modo: PCHA “Protección Contra Heladas del Ártico”. Del asiento del conductor sobresalía sobre todo una gran cabeza con una gran mata de pelo correspondiente. El caballero en cuestión me preguntó a voz limpia y sin medida:

-¡¿Dónde está el estadio de fútbol?!- Con un acento rumano muy marcado.

-¿El estadio? Al fondo de la calle.

-¿Qué? Respondió el muchacho. No ha debido de escucharme o entenderme [pensaba yo] se lo repetiré.

-Que el estadio está al fondo de la calle, al final.

-¿Qué? Volvió a preguntar.

-El estadio está al fondo, siga esta calle.

-¿Qué?

-Que el estadio está al final, siga hasta el final.

-¿Qué?- Por enésima vez.

Empecé a reirme porque la cara del hombre era una mezcla del hermano Calatrava feo y el Fary.

-Vamos a ver.-Me armé de paciencia- ¿Usted me entiende?

-Sí.

-¿Quie-re sa-ber dón-de es-tá el es-tadio?- Le pregunté con gran parsimonia y lentitud.

-Sí- Respondió. Al fin veía reciprocidad en aquella conversación, veía la luz al final del túnel!

-Pues siga recto.

-¿Qué?

Y en aquel mismo instante le dije que se fuera al carajo, pero eso sí, descojonándome como hacía tiempo que no lo hacía.



De cortesía, alguna de las fotos de la noche.



Mi mente sigue en las mismas, me ha venido bien la caminata, me ayudará a dormir, pero los quebraderos siguen ahí.

lunes, 16 de enero de 2012

Mi barquita

Arena fría de terciopelo es la guía que me llevan por los senderos de mi miedo.

Sin quererlo y deseándolo a raudales, no son dos remos los que llevan a esta barquita, mas bien la promesa de las olas bañadas por el viento de levante, que llevan cada una besos de verdades, besos de mentiras, besos de inseguridades.

Juego, yo tengo un juego vestido en flor que florece cada noche a la luz de la luna y se marchita cada mañana cuando sale el sol. Que me refleja como un espejo lo que soy y lo que valgo, que me susurra al oído como una amante despechada: “no eres mas que lo que has querido, eso que dejaste escapar, eso que perdiste y que no has tenido”.

Solté las amarras de mi barquita para llegar hasta la orilla de aquella Isla, el lugar perfecto donde guardar mi tesoro. Y me prometí que ninguna ola tumbaría mi deseo, que ninguna ráfaga se llevaría mi velamen al viento pues mi destino estaba en aquella barquita y en mi sueño de marinero. Luché a barlovento y arrié a sotavento y en mi mente solo estaba el destino de mis caricias de hielo y pisar sus playas de fuego.

Atraqué de madrugada, entre el rumor de las olas muertas en tierra y el rubor de mi cara al ver tu belleza. Deseé morir entre tus vistas rizadas por el mar, tu aroma de playa marinera y me juré guardar mi tesoro entre tus brazos de arena fina y tu sonrisa caletera… pero el miedo, el maldito miedo volvió a tripular mi barca: “y si mi tesoro no está a salvo aquí, lo perdería, otra vez lo perdería, otra vez no”.

El miedo soltó las amarras que una a una clavé en tu orilla y cada una se llevó una lágrima y mientras mi barquita mas se alejaba de tu playa mi tesoro mas se marchitaba. El reluciente oro y la cálida plata, ya no son mas que el latón y el hierro del bichero de mi barca, ya no hay tesoro, mas que el recuerdo de tus caricias de arena fría y mis pies temblorosos pisando tu orilla.

Cada noche me despierta la misma pesadilla y la misma frase: “no eres mas que lo que has querido, eso que dejaste escapar, eso que perdiste y que no has tenido”. Y me asomo a la ventana para mirarte y decirte que fue el miedo, por proteger mi tesoro el maldito miedo tripuló mi barquita, soltó mis amarras y al final por protegerlo perdí mi tesoro, el sueño, mi Isla y mi vida.