sábado, 31 de octubre de 2009

Volviendo

Hace unas semanas volviendo de dar una vuelta por el centro de Sevilla en autobús, me encontré con una persona que cuanto menos, turbó mi percepción del momento...

Subí al autobús, y al poco de empezar el movimiento, noté un susurro, que poco después se convirtió en un tarareo. Alguien estaba tarareando alguna canción en alguna parte del autobús. Después de percatarme y encontrar al "sujeto" en cuestión, me quedé observándola. Ella ya no tarareaba, sino que directamente la cantaba.
La canción era "Volverá" y la cantaba con la misma felicidad como si fuera la premonición de su vida.

Era una chica rubia (teñida, todo sea dicho) llevaba unos vaqueros y una camiseta. Su edad rondaría los veintitantos largos cerca de los treinta. Iba mirando por el cristal del autobús y de cuando en cuando cerraba los ojos en demostración de sentimiento musical.

La gente, al igual que yo, la tenía más que localizada. Los gestos de mofa y risas se sucedían en cuestión de segundos, y aún cantando bien como cantaba, fue la diana de todas las burlas.

A ella le daba igual, era feliz y no tenía ningún inconveniente en exteriorizarlo.

Me quedé casi todo el trayecto mirándola, y en una de esas veces, me mantuvo la mirada, me sonrió como si me fuera enseñado la lección del día y mientras veía la lluvia por el cristal del autobús siguió cantando. En el brillo de sus ojos pude ver como se reivindicaba, no atendía a protocolos ni a vergüenzas, ella tenía ganas de cantar de decirle al mundo que ella estaba ahí, ¿por qué se lo iba a callar u ocultar si no hacía daño a nadie? Fue entonces cuando me arrancó una mueca, de esas que parecen decirte: qué tonto fuiste.

Cuando me bajé en mi parada me fijé y seguía cantando sin importarle nadie.

Mientras andaba los escasos metros que separan la parada de mi casa y mientras la lluvia me avisaba de su llegada, pensé cuánto me había enseñado aquella desconocida en un momento, y me vino a la mente cuánto tiempo había estado perdido y esta chica me trajo.

Puede parecer una tontería, puede parecer irrelevante o quizás eran las ganas de volver. Hacía tiempo que no me sentía bien, hacía tiempo que no era yo y lo notaba, y quizás eso sea lo peor. La alegría que un día me caracterizó, se me había escapado como el agua entre los dedos y llevaba mucho tiempo sin ser yo.

Ahora solo espero que pase lo que pase, nunca me pierda si no me vuelvo a encontrar.

Hoy es un día feliz.

jueves, 29 de octubre de 2009

Amigo de Café

Hace tiempo, tomando un café en una cafetería de cuyo nombre no me acuerdo (o no quiero acordarme) y mientras escribía para mí, me preguntó un señor mayor:

-¿Está ocupado el asiento?
-No, está libre.- Respondí de inmediato-.

Cual fue mi sorpresa que en vez de llevarse la silla se sentó a mi lado. Mi cara de incredulidad debió de ofenderle, pues enseguida me presentó su visión de la vida, en modo de explicación…

-La gente ya no hace amistad ni entra en profundas conversaciones como antes -aquello empezó a sonarme como la típica cantinela del anhelo de tiempos mejores- ahora la gente va a su ritmo, a su interés. Lo único que te encuentras cuando vas a tomar el café es gente en grupos que no se abren, que solo se relacionan con ellos mismos y si hay alguien en una cafetería solo es porque está esperando a alguien… bueno o eso, o está acompañado por alguien que pesa más ¿quizás un recuerdo?

El hombre tendría cerca de los 70 años, vestía con camisa de verano de mangas cortas de color rojo suave y un pantalón de color crema. En su cara se podía percibir la vida que le había labrado ciento una arrugas y en sus manos el paso del tiempo recordaba que el trabajo siempre fue duro. En una de esas manos nacía un bastón de color oscuro bien acabado y barnizado. De ojos claros y pelo cano dejaba entrever un pelo rubio de antaño, sobresalían dos cejas de igual color que coronaban dos azules ojos vivos como una lumbre de invierno. Los rasgos de su cara eran bien marcados y podía apreciarse, como un recuerdo de juventud, el porte de un actor de Hollywood. La forma de hablar era lenta pero sin tregua, intercalando bien las frases sin perder un ápice de fuerza, en su ya importante voz de bajo.

El final de aquella extraña presentación me dejaba un poco tocado. Aquel señor pese a que transmitía una gran serenidad me estaba empezando a poner nervioso y por un momento me quedé pensando: ¿qué quería este hombre? ¿Por qué me preguntaba eso? Yo soy demasiado mayor como para que tuviera intenciones malintencionadas y despertara en él algún sentimiento de pederastia, pensaba mientras me aguantaba la risa.

-Perdone, ¿me podría traer un café doble? –Le dijo a la camarera mientras la llamaba con seguridad con uno de sus brazos-. Debo disculparme contigo, no quería ser indiscreto ni entrometido. A veces me dejo llevar por mis intuiciones…
-¿Eso quiere decir que ha intuido que me pasa algo? –pregunté sin achicarme-.
-Sí – me respondió con seguridad-.

La rotundidad con la que me respondió me dejó pensativo, más aún si cabe. Sin embargo aquella situación me inspiraba un duelo, como un reto dialéctico que siempre es bien recibido por buenos tertulianos.

- ¿Y puedo preguntarle qué es lo que ha visto?
- En esta vida hay muchas cosas por las que sufrir, pero solo una de ellas se puede reconocer desde lejos. Además, esa libreta con frases solo quiere decir dos cosas: o eres escritor en busca de inspiración o estás escribiendo lo que te duele, o quizás ambas cosas y seas un poeta… quién sabe.
¿Sabes? Con los mal de amores pasa como con la risa, que no se pueden disimular, son así de hermosos.
-¿Hermosos? ¿Así los ve usted? –No pude contenerme-.
-Hermosos, sí. –Me respondió con una mirada de fe-.
-¿Y qué es lo que tienen de hermoso según usted? ¿Qué ve en ellos?
-Quizás no es lo que vea ahora, si no lo que no he visto. Cuando algo te daña, cuando hay algo que puede llegar a hacerte tanto daño sin consuelo, es porque has sido capaz de sentir sin necesidad de tapaderas ni de filtros ni de tapujos, es porque te ha importado tanto una persona, como para que te afecte. Pocas personas son capaces de dejarse llevar por los sentimientos, pocos son los que aman de verdad, sin ponerse límites.

-Eso es muy bonito, pero no deja de ser una mierda sentirse así –le respondí con desdén- de qué me vale amar sin límites cuando al final pierdes lo que tanto has amado, cuando después de tanto te quedas sin nada.
-Sirve para crecer, ¿para qué si no? Amas y luego lloras y la siguiente persona que venga, la querrás el doble que la última.
-Eso es una soberana tontería ¿merece acaso la pena amar si luego te quedas así, con la compañía de un café y una libreta?
-Me apuesto el riñón que me queda sano… ¿Acaso cuando te enamoraste pensaste que podía haber algo mejor? ¿Por qué vas a pensar ahora que no mereció la pena? ¿Por qué no vas a pensar ahora que no puede repetirse? ¿Merece acaso la pena no vivir todo lo hermoso que hayas podido vivir, con tal de omitir este mal momento? Eso sería como renunciar a sentir, renunciar a la vida. Ser un ser inerte que ni sufre ni padece. Doy gracias porque a día de hoy tenga arrugas en la cara y un poco de arritmia en el corazón, porque eso demuestra que he sentido.

Durante unos minutos me quedé pensando, intentado canalizar mis sentimientos y entenderlo todo. Quién era él para darme lecciones de vida o de amores (empezaba a recriminar mi orgullo) solo yo sé lo que siento y por quién.

Él mientras, tomaba pequeños sorbos de su café mientras hacía como que no esperaba una respuesta.

-¿Cómo se puede pensar ahora que vendrá otra persona, o personas? ¡No se puede, cuando echas de menos a una persona, la echas de menos a ella, no a otras y lo único que quieres es volver a cuando eras feliz!
-Te mentiría si te dijese que en esta vida acaban todas las historias bien. Yo soy de los que piensan que no hay una media naranja para cada persona, si no muchas que puedes ir conociendo a lo largo de tu vida. Nunca sabes cual de ellas puede ser la buena, quizás la última, quizás la primera… quizás se te escape la que valió la pena…quizás pases con la primera 20 años, y con la buena tan solo meses, eso nunca se sabe, lo que importa amigo de café, es querer siempre como si fuese la última, que lo que es seguro, es que si miras hacia atrás nunca serás capaz de vivir el presente, y si existe una felicidad, está ahí delante, frente tus ojos. Mirar al pasado está bien, pero solo como guión aprendido y no como guión por venir.

La sabiduría me había golpeado con rencor. De hecho estoy seguro que fue toda mi pena y lágrimas de días anteriores hecha un mazo, golpeando mi paupérrima alma. Nunca sabes cuando un desconocido te va a dar la lección de tu vida. Eso último lo pensé mientras asimilaba aquellas frases de mi amigo de café, como él mismo me había bautizado.
Y como si terminase la frase de mi cabeza, mientras se llevaba la taza de café a los labios y mascaba una sonrisa de complicidad dijo:

- Nunca sabes con qué café vas a descubrir otra verdad…