jueves, 9 de septiembre de 2010

Luna

Te miro, me miras. Pienso que piensas lo que quiero que pienses y entonces me adentro en el bucle de mis deseos.

Le estrecho la mano y siento odio y envidia. Quizás no seas para mí, quizás no seas la ideal, pero anhelo cada momento que no he vivido contigo, recordando como un sueño las veces que no te desnudé en las noches más oscuras, iluminadas con las velas de una ciudad que me escondieron tu ser durante años.

Será el destino o quizás la suerte esquiva la que te mantuvo oculta a mis ojos o quizás la broma pesada de tenerte ahora que no puedes, ahora que no eres libre tan cerca de mí.

Un cristal en forma de hombre mantiene tus labios lejos de los míos, aunque estén tan cerca que casi los sienta, tan cerca que note tu sabor a fresa.

Eres la Luna del cielo mirando pasiva a tu siervo. Te puedo ver, imaginar y hasta tocar. Pero cada una de estas virtudes se convierten en condena cuando soy consciente que no te puedo tener, que me tengo que conformar con salir cada noche y mirar el deseo mientras beso al aire y te prometo que saldré mañana para verte de nuevo en el cielo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Donde quiera que estés

Donde quiera que estés mi memoria estará contigo,

donde quiera que estés sabrás que a mi alma, aún le das abrigo.

Donde quiera que estés te diré que nadie ubica en mí, lo que un día llenaste y perdí un mes de Abril. Que por muchas horas que pasen, ninguna será tan completa como un segundo junto a ti. Que no hay noche en la que me acuerde de tu sonrisa, sino horas en las que intento olvidarla y días en los que cada momento es un naufragio de mi vida.

Donde quiera que estés te digo y te diré, que te busco en cada historia que avivo y en cada palabra que escribo. Que no he borrado de mi mente ni uno solo de los rizos de tu pelo, aunque aún envidie al tibio viento que aquellos veranos los meció sin consuelo. Que no he dejado de pensar en tus sueños y hasta tratar de conseguirlos para ver si así te traía más cerca de mi y te arrancaba del cielo. Que te busqué sin pausa entre la gente, intentando ver tu cara a cada paso, que intenté escuchar tu voz y no decaí ni perdí la fe en encontrarte aunque a veces fuese en el fondo de un sueño o de un vaso.

Donde quiera que estés quiero que sepas, que voy a la orilla del mar cada Noviembre, justo en el mismo sitio donde tropecé por primera vez con tu aroma de jazmín y miel, de mimbre y canela, aromas que me volvieron loco y que me guiaron a través de tus pasos por la arena.

Donde quiera que estés quiero que sepas que tu ropa y tu perfume están esperándote, que por las noches se me acaban las excusas cuando me preguntan si vas a volver y al final contesto cabizbajo que no lo sé y rompo mi silencio con el mismo sollozo que cuando te fuiste, pero esta vez no grito: “no te vayas”, sino que te seguiré queriendo, aunque ya no estés.

Inspirado en “Donde quiera que estés” de Juan Manuel Serrat.