martes, 22 de diciembre de 2009

Hablemos de economía

Como si atravesase una nube para luego salir al otro lado…
Como si dejara atrás toda la neblina que empaña mis ojos…
Así empiezo a verla.

Como una gota de lluvia en el cristal: con calma, con sigilo y con ternura, así recorro cada parte de su cuerpo con mis ojos, yendo y viniendo de un extremo a otro, alargando el tiempo lo máximo posible sin importar frontera ni limitación.

El deseo y el momento se hacen eternos a la espera de rozar su cuerpo. No acaba nunca este instante, en el que mis ojos se clavan en sus curvas y escudriñan una a una cada nube de ese cielo. Me pierdo, me pierdo sin remedio.

Mis dedos, insignificantes ante su fuerza, se hunden entre su pelo, como intentado conquistar los mares del mundo a bordo de un simple velero.
Me hundo, porque morir ahogado en sus aguas es lo que quiero.

Y tan sólo las yemas de mis dedos son dignas de tal locura, de tal fantasía, y con la misma elegancia de un bourrée, camino por los lunares de su espalda. Mis dedos se hacen parte de su cuerpo, siento su calor, siento su textura y como el vicio inconfesable que es, me siento parte de ella, parte del momento.

Las palmas de mis manos no dejan pasar la ocasión en el que entran en juego; sentir como quema su calor, quitar uno a uno los botones de su ropa, retirar con suavidad esas prendas que aún rebeldes se antojan perennes, dejar libre el cuerpo del pecado para el pecado. En este momento cambia la percepción, las manos ya no son pasos de bailarina, ahora son el guía que abre el camino de la senda a recorrer acariciando suave, con delicadeza pero también con firmeza.

Enajenados en deseo y envidia, mis labios gritan con caricias los besos que le debe el momento, y sin prisa, con calma, rozan el cielo cuando sienten el calor de su cuerpo acabando con este anhelo. Y entre beso y beso aprecio el olor que embriaga mis sentidos, el olor a su piel, sin perfumes ni ungüentos, tan solo la fragancia que reina en todo su cuerpo.

Subiendo por la espalda hallo el tesoro de su cuello, oculto bajo el océano de su cabello justo al lado del naufragio de mi velero. Y con parsimonia recorro cada parte de él, superando la distancia que separa mi boca de la suya.
Sin espera, sin titubeos ni dudas, abordo el barco de sus labios con la misma pasión con la que se abraza al que se va y con el que se recibe al que llega.
Casi al unísono nos amoldamos, como el árbol al horizonte y el pájaro al cielo.

Trota y galopa el corazón mientras con tiento aparentado recorro su cuerpo con mis manos, empiezo desde su cuello y bajando poco a poco hasta llegar al momento en que hago uno y mío su cuerpo y mi pecado, que no es pecado sino cielo, desear con tanto deseo y querer sin tapujos lo que da vida a mi vida, lo que da sentido a este momento.

Siento su piel que abarca mi piel, calor es lo que siento y por el calor ha de ser por lo que me pierdan sus besos.

Y con la locura que es saber morir entre rosas, mientras muere uno a uno cada dedo de mi mano en su boca, te dejas llevar por la corriente, te dejas llevar por el son que marcan sus piernas y por el ritmo que marca su cuerpo… como si bailáramos un tango, sin descanso ni intermedio, dejándote ir con cada paso, un poquito más cerca del cielo.

Ni cien olas llegaron a humedecer tanto nuestros labios, ni cien tormentas consiguieron mecer tanto nuestros barcos. La pelea que es saber quién gobierna a quien ya no vale la pena, porque el que gana es el cansancio, el cansancio de expresar lo que se siente muy adentro utilizando nuestros cuerpos, el cansancio de llegar al cielo y volver en un suspiro que se antoja casi divino.

Y mientras miro y observo cada parte de su cuerpo, viendo como sube y baja la marea con la respiración aún exaltada, tranquilizo mi alma enfermiza que espera sin paciencia para volver a naufragar en el océano de sus besos y los mares de su pelo.

Bendita muerte caer una y otra vez entre sus brazos de pecado, bendita espera que aviva la ilusión de volver a sacrificar mi velero, de volver a morir ahogado entre las aguas del deseo.

1 comentario:

  1. "y siento el calor en las llemas de tus dedos rosando mi piel...y me pierdo contigo,aprovechando cada instante ,como si fuese el ultimo,y te miro,y sonrio..."

    continuará ;)

    ResponderEliminar