Déjame admirarte una noche más,
al sabor de la sal,
al roce cálido del levante
y al aroma de tu mar.
Pasear por el aire que lleva tu olor,
cogerte de la cintura con la misma pasión
con la que se agarra a la novia que nunca tuve
y que recuerdas en cada atardecer lleno de ilusión.
Déjame acariciar el contorno de tu falda
mientras se mueve al son de las olas,
al ritmo de las llamas de una hoguera
en una noche de San Juan.
Déjame bailar contigo,
mi bailarina de ballet,
que se adorna con la forma imposible,
con el movimiento que rompe la suavidad de sus manos
y de sus brazos,
que te empuja y te embruja a soñar con ella,
no en un sueño,
sino en un paseo por zarzas
donde cada espina es un recuerdo que araña
y dibuja en mi memoria días a tus pies,
a la serena mirada de una noche de Agosto,
donde se pierde la vergüenza a ser vergonzoso.
Málaga,
te tengo en el recuerdo no sólo como mi tierra,
sino como la caprichosa amante que no tienes,
que juega a dejarte, y que nunca te deja.
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